Durante el cambio de siglo apareció una pequeña paranoia colectiva impulsada por los que vaticinaban que el fin del mundo se acercaba. Otros, más visionarios, a su manera, como Jian, vislumbraron un negocio ilegal aún por explotar. Este chino ya contaba con sus «peones», los chicos senegaleses que aterrizaron en Madrid en los 80 y 90. Empezaba el auge de los CDs (piratas) y en el argot callejero entre los vendedores ambulantes ya se hablaba de la manta y el mantero. «Nos tenía hacinados en pisos en el centro de Madrid copiando por cinco pesetas los discos con la tostadora de grabación», cuenta uno de aquellos inmigrantes que arribaron al inflado sueño español. «Teníamos que pagar las deudas con las mafias africanas que nos habían traído. El chino en ese momento era sólo un intermediario».

Jian también se encargaba de trasladar los discos a otros pisos donde se incorporaba la carátula antes de salir a las calles. En los primeros cinco años (de 2000 a 2005) se preocupó de que los CDs más demandados estuvieran sobre las aceras de la capital: los de Alejandro Sanz, Estopa y los recopilatorios de la primera edición de Operación Triunfo.

Con la era Spotify y el fin del auge de los discos piratas, desaparecieron las mafias que había detrás de la manta. Pero el chino Jian reconvirtió su shanzhai (cultura de la copia) en el mayor negocio de los fake markets en la capital dirigiéndolo desde el polígono de Cobo Calleja «Jian tiene un negocio legal de ropa pero que funciona como una tapadera para hacer llegar los artículos falsificados a los manteros senegaleses de Madrid. Pero no es el único chino. Cobo Calleja sigue siendo el centro neurálgico europeo de falsificaciones. Estos proveedores compran al por mayor para revender a los manteros. Pero es un negocio dinámico, que va cambiando constantemente», confirman fuentes policiales. Y que les está haciendo de oro, pues es habitual ver a chinos en los aledaños de ese polígono conduciendo Porsches y Ferraris.

Los agentes consultados, expertos en investigar las falsificaciones que entran en nuestro país, aseguran que existe un entramado mafioso económico detrás de este submundo, donde se blanquean millones de euros que no pasan por el eslabón más frágil. De la gran tarta del top mantaquien menos gana es el mantero.

Europol cifra en 430.000 millones de euros el dinero que mueven las falsificaciones en todo el mundo, 150.000 millones más que el tráfico de drogas. En España, las últimas cifras del Ministerio del Interior y la Agencia Tributaria datan de 2016, el año en el que se incautaron más de cuatro millones de productos falsificados con un valor de 779.800.000 euros.

Los manteros más veteranos del barrio madrileño de Lavapiés conocen bien los artículos del chino Jian. Aunque ninguno dice haber visto su rostro en un vecindario donde el pasado jueves el mantero Mame Mbaye falleció de un infarto y reinó el caos. Allí un grupo de tres senegaleses reconocen a Jian como su proveedor… a domicilio. «Aunque a él nunca lo vemos. Manda a un mensajero a entregarnos los paquetes con bolsos, calzoncillos y cinturones. También por correo», explican los manteros, que esconden las falsificaciones en un falso techo de su pequeño apartamento.

«El chino también tiene almacenes en los barrios de Usera y Villaverde, donde guarda muchas camisetas de fútbol. Imitaciones perfectas que le llegan desde China, entrando a Europa por Grecia. Antes lo que traía venía desde Portugal», afirma uno de los chicos que hace de enlace entre el chino y los subsaharianos. «A Jian le cuestan cinco euros las zapatillas falsificadas. Los manteros se la compran a 15 y luego la venden a 20», concluye. Las falsificaciones también llegan a España en contenedores desde los puertos de Holanda y Bélgica.

Un hombre de Bangladesh que cuenta con cinco establecimientos en el centro de Madrid donde vende camisetas «oficiales» del Real Madrid y del Barcelona reconoce que él se las compra, a través de intermediarios africanos, al chino de Cobo Calleja. «Me vende las camisetas a 20 euros y yo las vendo a 60. Son idénticas», dice este comerciante que se está haciendo de oro colocando camisetas que podrían exhibirse en cualquier tienda oficial de los principales clubes de fútbol. «Son copias al cien por cien y nunca ningún cliente se ha quejado».

Zona cero

La calle Amparo de Lavapiés es la zona cero de la industria del top manta en España. Está inundada de grafitis, locutorios, productos de cuero, tiendas de shishas y una red de comercios tapadera que guardan en su interior miles de falsificaciones. Desde elásticas del Real Madrid hasta camisetas de grupos de música, bolsos de primeras marcas o exclusivos perfumes. Las esquinas de esta calle estrecha, en pleno corazón del madrileño barrio de Lavapiés, están custodiadas por parejas de senegaleses que detectan si hay curiosos -o periodistas- por la zona.

El ambiente está muy tenso desde la muerte de Mbaye, los coches de policía no rondan la zona y no se detecta el habitual trasiego de senegaleses entrando y saliendo de los locales tapadera con productos falsos. «Se han dado cuenta de que no eres de aquí y mira. Ten en cuenta que a esta calle es raro que una persona como tú venga a comprar. La mayoría de la gente que viene a esta calle es para adquirir falsificaciones», comenta un veterano comerciante de la zona que conoce a la perfección cómo se mueve el círculo de las falsificaciones. A cambio de mantener su anonimato, este hombre hace para Crónica la ruta que siguen los productos del top manta en Lavapiés.

En la puerta de uno de los establecimientos regentado por un español que exhibe en el escaparate productos originales de coleccionista, hay un cartel que explica que sólo se vende al por mayor. Hay una señora en su interior y la puerta está cerrada con llave. El timbre suena pero nadie abre. «Es que sólo dejan entrar a los que conocen. Yo me llevo bien con ellos. Al fondo del local tienen miles y miles de camisetas del Real Madrid, del Atleti y del Barça falsas. Aquí los negros vienen, sobre todo, a pagar y a recibir pequeñas entregas. Cuando son mercancías más grandes, quedan en almacenes más escondidos. Nunca les dan factura. Se las cobran a cinco euros y ellos las venden a entre 10 y 12. Este tipo recibe las copias de unos proveedores italianos y desde aquí las distribuye por toda España. Sus camisetas las puedes encontrar en el top manta desde Madrid hasta Levante», explica este comerciante, que aclara que los productos que teóricamente venden son una pura fachada.

«Nadie viene a comprar lo que ponen en su escaparate ni lo que hay en la zona más visible de la tienda. Y si alguien lo quiere pues te lo venden, pero es una pura tapadera», asegura nuestro cicerone, que nos cuenta que en la calle Amparo estos locales tienen un coste de alquiler de unos 2.000 euros al mes. «Es un precio que a ninguna persona que quisiese tener un negocio normal le saldría a cuenta, porque, salvo que te conozcan de hace muchos años, no viene nadie a comprar. No es una zona de paso y por eso los que venden falsificaciones se instalan aquí», dice el comerciante, que señala las otras calles que cortan con la calle Amparo. El hombre empieza a señalar garajes, supuestos talleres de costura y pequeños almacenes que guardan, según su testimonio, miles de productos falsificados.

«Esta semana, como los negros han decidido no vender por la muerte de su compañero, no ves movimiento por aquí. Pero la semana pasada, antes de que ocurriese todo, era fácil ver cómo retiraban mercancía de estos locales tapadera o cómo venían por la noche a dejar lo que no habían vendido», cuenta.También muestra un edificio de color anaranjado en cuyo bajo hay una aparente tienda de regalos que está cerrada a cal y canto. En la puerta de la derecha que da acceso al edificio hay un cartel. «Para venta al por mayor, llamar al bajo», reza el trozo de folio colgado. Nadie responde en el interior.

«Es que todos estos locales tapadera tienen cámaras de seguridad y recuerda que esos de allí que están en la esquina con el móvil están observando para avisarles de que no os abran la puerta. Aquí vienen a comprar camisetas falsas de grupos musicales y bolsos falsos y él es chileno y se ha hecho de oro. Hasta el punto de que es dueño de todo el edificio», explica el comerciante mientras señala una construcción de cuatro pisos. Un patrimonio importante, pero nada comparable al que se le presupone al rey del top manta, el chino Jian, tan meticuloso que la Policía aún no ha podido meterle entre rejas. Lleva dos décadas sin cometer un solo error. No ha dado ni un paso en falso.

 

 

 

 

FUENTE: ELMUNDO