La fantasía sexual es un recurso erótico más que nos puede ayudar a sexualizarnos y a disfrutar como también lo son los juguetes eróticos, los vídeos pornográficos, etc. Mientras fantaseamos no existen las consecuencias de esas acciones y nos lo podemos permitir todo, así como no vamos a ser juzgados ni debemos dar la talla.

Además, podemos decidir compartirlo o guardarlo en nuestra intimidad. Es una herramienta más para gozar de la sexualidad y está al alcance de todos. El 95% de las personas fantasean con sexo.

Uno de los mayores riesgos es que tendemos a creer que todo aquello que imaginamos a nivel sexual es un deseo de quererlo llevar a la práctica, no tiene porqué ser así. Podemos imaginarnos atracando un banco, pero no significa que seamos unos ladrones en potencia.

De la fantasía a la realidad hay una gran distancia y recorrido, podemos imaginar una práctica dolorosa que, por supuesto en nuestra mente no lo es y fantaseamos con total libertad, pero quizás en la realidad no nos gustaría y nos generaría malestar y un dolor no placentero. La mayoría de las fantasías llevadas a la práctica tienden a ser un desengaño debido a la pérdida de control que sí tenemos en nuestra mente, decidiendo qué va ocurriendo y cómo nos sentimos, junto a la pérdida de la idealización.

 

 

 
Hay personas a las que las fantasías tienden a producirles un malestar en vez de un placer porque las imágenes o escenas por lo que sienten excitación las evalúan con una connotación negativa y consideran queno deben permitírselo. Esta vivencia genera mucho malestar y debemos trabajar la idea de las fantasías junto con los límites que nos imponemos y las etiquetas que nos generamos a nosotros mismos a través de esos pensamientos.

Si nos centramos en las mujeres, sus fantasías tienden a ser más detalladas y con más elementos que las de los hombres, así como le dan mucha importancia al desarrollo de la historia y a la emoción que le ponen al argumento. La más común tiende a ser una fantasía donde la mujer tiene un papel bastante pasivo, se deja en manos de los deseos del hombre y se desarrolla en un lugar público y céntrico como puede ser el capó de un coche, la playa, el ascensor, el portal de casa, etc. Además, ese hombre tiende a ser un desconocido o una persona con la que no ha tenido un trato cercano.

 

 
No debemos olvidar que hay fantasías para todos los gustos y colores, algunas más simples, otras más complicadas, inocentes o más perversas, etc. La cuestión es permitírselas y disfrutarlas.

Si deseáis profundizar en la temática os recomiendo dos maravillosos libros:

Proyecto tabú donde Georgina Burgos recoge los testimonios de más de 5.000 personas acerca de sus fantasías eróticas (Editorial Fundamentos).

Mi jardín secreto de Nancy Friday, uno de los mejores libros sobre las fantasías sexuales femeninas (Editorial Ediciones B).

 


 

 

¿Qué es infidelidad y qué no lo es?

 
Las primeras reacciones ante una infidelidad son infinitas y muy dispares: negación, rabia, rechazo, sentimiento de traición, aceptación, indiferencia, etc. Por mucho que creamos o tengamos claro cómo responderíamos ante tal descubrimiento puede pasarnos de todo, desde huir y acabar con la relación, hasta perdonarla. Por tanto, en ese instante de realidad todas las ideas preconcebidas se van al traste.

Tal como indica un artículo de Psychology Today, las parejas raramente se sientan a hablar de ello porque solo se tiende a concebir infidelidad como un encuentro o varios donde ha habido conductas sexuales y, por tanto, no entramos en detalle ni hacemos pactos y acuerdos al respecto. En general la mayoría de las parejas tienen dificultades en la comunicación sincera y en la negociación de límites, por lo que no tenemos claro qué es aceptable y permisible y qué no lo es dentro de nuestra relación ya que cada relación es un mundo.

Con ello no estamos diciendo que marquemos unas reglas estrictas y duras de lo que se puede y no se puede hacer ya que, paradójicamente, muchas veces ésta rigidez es lo que fomenta la infidelidad, la necesidad de respirar por la sensación de ahogo y prohibición. Cuando tendemos a ser muy estrictos tiende a deberse a una propia inseguridad, baja autoestima y miedo al engaño.

A día de hoy, con las nuevas tecnologías, hay muchísimas más conductas y comportamientos posibles que podríamos considerar quizás infidelidad: mandar un mensaje subido de tono, quedar cada dos por tres con alguien generando un vínculo romántico, enviar una foto desnudos, mandar un icono de corazón, ocultar chats con otras personas, etc. pero, todo depende de cada persona. La cultura familiar en la que uno ha sido educado condiciona mucho la idea de lo que etiquetamos como infidelidad.

Es muy importante comportarnos con nuestra pareja como desearíamos que se comportasen con nosotros. Es una manera de moldear el vínculo de la relación de un modo positivo y de tener una actitud íntegra con nosotros mismos.

Como último apunto es importante comprender la naturaleza de la infidelidad. Normalmente no se debe a que se deje de querer a la pareja sino a ciertas carencias de la relación que se encuentran en otras personas. Por tanto, es básico dedicarnos a cuidar la relación, a hablar, a expresar nuestras necesidades, a reconectar o a decidir separarnos antes de romper los pactos del vínculo de pareja generando millones de sentimientos negativos y mucho dolor.

 
 
 
 

 

 

FUENTE: LAVANGUARDIA