En el año 399 a. C., Sócrates prefirió la copa de cicuta a renunciar a sus principios. Hoy nuestras decisiones ya no son tan dramáticas, pero siguen surgiendo elecciones morales que obligan a retratarse. Cuando tenía 24 años, Tenzin Gyasto, el actual dalái lama, eligió la ruta del exilio antes que someterse al nuevo dominio chino. Podría haber adulado a los invasores y seguir en su puesto y en su tierra, aunque fuese como una marioneta. Pero optó por la coherencia y una vida más precaria en la India. Si queremos un ejemplo de dilema más liviano, imaginemos los cheques en blanco que les ofrecerían a Lennon y McCartney para volver a reunir a The Beatles. Nunca aceptaron. Consideraban que su obra estaba hecha y que no resultaba admisible volver por dinero.

Josep Borrell, de 71 años, posee una formación académica y una hoja de servicios notables. Es ingeniero aeronáutico y doctor en Economía (pero de los de verdad, no de tesis doctoral de la Señorita Pepis). A diferencia de los actuales candidatos, que no han salido de la placenta política, Borrell sabe lo que es trabajar en la empresa privada. En la vida pública su trayectoria también era importante: secretario de Estado de Hacienda en los ochenta, ministro de Obras Públicas que contribuyó a modernizar España en los noventa, eurodiputado y presidente del Parlamento Europeo hasta 2007. En el cambio de siglo fue incluso efímero líder del PSOE, tras derrotar al oficialista Almunia.

Con tal currículo era una figura respetada y de carrera colmada. Además, en los últimos años se había ganado la admiración de españoles de todas las ideologías, debido a su valiente oposición a los dislates del separatismo catalán. Su debate con Junqueras, en el que sin inmutarse desmonta todo el cantamañanismo económico del futuro cerebro del golpe, todavía es revisado y aplaudido en YouTube. ¡Vaya repaso! Borrell se convirtió en un faro de la razón en Cataluña. El sabio capaz de refutar las milongas victimistas que sustentan el odio a España. Un patriota.

Pero Borrell, como tantos seres humanos, se topó un día con una encrucijada moral. Entrando ya en su séptima década de vida, le surgió una oferta de Sánchez para culminar su carrera como ministro de Exteriores. El problema era que quien le ofrecía el empleo tenía como socios de Gobierno a quienes unos meses antes habían dado un golpe de Estado contra España. ¿Resultaba congruente que Borrell, el intelectual que se había batido contra el separatismo, aceptase el puesto en tales condiciones? Evidentemente, no. Pero la púrpura pudo más que la coherencia. Ante la oportunidad de ser ministro y más tarde cabeza de lista en las europeas, puso sordina a su batalla contra el independentismo y transigió silente con el pasteleo de Sánchez con los mayores enemigos de España.

Ayer, en esa Cataluña ya pacificada por el diálogo del gran Sánchez, ultras separatistas le partieron la cara de una pedrada a un simpatizante de Vox. No esperen grandes condenas de Sánchez, Calvo, Batet, Marlaska… Tampoco de Borrell. Ya tiene su billete para Estrasburgo, y por lo visto de eso iba la cosa…

 

 

FUENTE: ABC