Unas 35 sustancias psicoactivas nuevas y desconocidas se han instalado en el mercado de estupefacientes en España desde que fueran detectadas en 2015 por el Sistema de Alerta Temprana, dependiente del Pan Nacional sobre Drogas (PNSD) del Ministerio de Sanidad. La mayoría de ellas son indetectables en los test de hospitales o análisis de laboratorio que se emplean para las revelar el consumo de los estupefacientes tradicionales. Una amenaza silenciosa que fue advertida dos años después por el Observatorio Español de las Drogas y las Adicciones en su informe anual con el dato añadido de que 71 por ciento de los españoles nunca había oído hablar de ellas.

Ahora, dos profesores de las universidades de Santiago y Vigo, doctores en Psicología, están elaborando el primer estudio que se realiza en Galicia sobre estas drogas nuevas para medir su índice de consumo entre jóvenes de 14 a 23 años. El investigador Manuel Isorna Folgar, técnico de prevención de drogodependencias en tres Ayuntamientos de la provincia de Pontevedra, dirige el estudio junto Antonio Rial Boubeta, otro experto de la Unidad de Psicología del Consumidor en Santiago.

Con la colaboración de sus respectivos campus universitarios, ambos investigadores tratan de enfocar el problema en base al sondeo que están realizando a medio millar de estudiantes y universitarios, cuyos resultados se conocerán en junio, aunque se pretende ampliar con otro posterior entre 10.000 jóvenes, a través de la Xunta, y también con el PNSD de ámbito nacional. “Estas nuevas drogas son un conjunto de sustancias sintetizadas de forma clandestina, principalmente en China e India, con el propósito de producir, mediante variaciones en su estructura química, efectos similares o más potentes que los de las drogas clásicas como la cocaína, heroína o hachís”, explica Manuel Isorna. “Además de eludir el control normativo al que están sometidas las drogas clásicas, muchas de ellas son vendidas luego como fertilizantes para plantas, como la mefedrona, o como sales de baño, como es el caso de las catinonas. En el precinto aparece indicada su procedencia de envasado, Europa, y que no son aptas para consumo humano pero los fabricantes dejan claro que no se hacen responsables”, advierte el profesor Isorna.

Este técnico en prevención de estupefacientes con más de veinte años de experiencia afirma que otra de las mayores preocupaciones sanitarias también está en la aparición de los canabinoides sintéticos, unas hierbas impregnadas por moléculas similares al THC (Tetrahidrocannabinol), el principio activo del cannabis, pero mucho más potentes, que tampoco son detectables en los test que se utilizan en los hospitales y mucho menos en los controles de Tráfico pero que provocan crisis de pánico o brotes psicóticos, entre otros efectos.

El estudio en Galicia (que se sitúa en la media nacional de consumo) abarca las drogas tradicionales como el tabaco, el alcohol y el cannabis porque el objetivo es saber si las vías de administración están cambiando, como señalan los indicadores. “Por ejemplo, muchos jóvenes vapean (vaporizar) o consumen el tabaco en cachimbas, porque creen que es menos perjudicial y que tiene menos riesgos, lo cual es totalmente falso, porque consumirlo así durante una hora equivale a fumarse entre 10 y 20 cigarrillos”, todo en ello en torno a una industria que ha generado la ilusión de los efectos terapéuticos” advierte Isorna.

Según la última encuesta Estudes del PNSD, el 20,1% de los estudiantes de 14 a 18 años han usado cigarrillos electrónicos alguna vez. En el caso del alcohol, además de estudiar su prevalencia, el estudio pretende conocer cómo lo están consumiendo. Por ejemplo el Learn o Sizzurp, también conocida como purple drank o lean drink tiene como ingredientes principales la codeína y prometazina del jarabe para la tos que se mezcla con refrescos para hacerla más soluble y con dulces que le dan su color púrpura característico, o el Jägermaster que se potencia con bebidas excitantes. “Con esta forma de consumo que triunfa en los botellones, los jóvenes pretenden acortar el precio de la borrachera y también el tiempo en alcanzarla con la estimulación instantánea del sistema nervioso”, señala el investigador de la Universidad de Vigo.

Porros y bebidas más potentes

Los expertos alertan de que las actuales formas de consumo del cannabis son enormemente preocupantes porque sus efectos también se han multiplicado. “Es quizá lo que más nos preocupa por la percepción de inocuidad que tiene este segmento de la población. Y los jóvenes consumidoras tiene que saber que el cannabis que se consumía en España hasta el año 2000 tenía una potencia/concentación de THC del 4%, mientras que ahora la media del principio activo se sitúa entre el 16 y el 20%, por lo que fumarse un porro hoy equivale a 4 ó 5 de hace 18 años”, avisa Manuel Isorna.

La otra realidad para los expertos es que cada vez son más los jóvenes que buscan «colocarse» más rápido y para ello utilizan concentraciones todavía mayores de THC, por lo que recurren al aceite de hachís o también llamados BHO (Butane Hash Oil) para poner una gota en la punta de un cigarro de cannabis para fumarlo. Como resulta muy fuerte para los pulmones, algunos prefieren vaporizar el aceite a través de cigarrillos electrónicos. “No es difícil encontrar en internet tutoriales para extraer del cannabis el aceite, y para llevar a cabo este proceso se utilizan gases inflamables, como el butano, que lo hacen notablemente peligroso”, explica el profesor.

“Hoy en día las formas de diversión de una parte importante de los jóvenes ha cambiado y prácticamente las discotecas y pubs tradicionales han desaparecido porque no pueden hacer frente al botellón. Y sin embargo luego te encuentras que en un pueblo de Albacete, en un festival de cuatro días, se reúnan más de 200.000 jóvenes, por cierto, concierto patrocinado por empresas que se dedican a la venta de semillas de cannabis y por supuesto del alcohol”, incide Manuel Isorna.

Los técnicos son conscientes de que Internet en un arma indestructible que ha hecho posible que a golpe de clic las drogas sean universales y que no haya diferencias entre jóvenes de ámbitos urbanos y rurales para obtenerlas y consumirlas. “Hacen el pedido y en pocos días el cartero de las deja en casa sin necesidad de bucear en la llamada «darknet» o «red oscura» en la red. “Las nuevas drogas aparecen a tal velocidad que los legisladores no tienen tiempo a prohibirlas, mientras algunas tiendas, como ciertos «grow shops», las despachan como incienso o ambientador de coches y esta es otra amenaza imposible de afrontarla, solo con buenas políticas de prevención que también implique a los padres en las edades más tempranas”, concluye el psicólogo.

 

 

FUENTE: ELPAIS