Gabriel Rufián abandonó el miércoles el hemiciclo ofuscado. Sin detenerse ante los periodistas, el diputado de ERC huyó como un miura herido tras el rejón que el ministro de Interior le acababa de asestar, sin comprender cómo pudo salir tan mal su último teatrillo en un Congreso que sigue pisando tras naufragar su sueño republicano. Rufián, que venía de exhibir una impresora para proyectar el voto ficticio del 1-O, trajo unas esposas a la Cámara y fantaseó con su detención. «No se pongan nerviosos, ya sé que algunos les encantaría verme con una de estas algún día, tengan paciencia», dedicó al banco del PP durante la sesión de control al Gobierno.

La prueba de que los grilletes son una mentira es que el propio Rufian estaba ayer en el Congreso defendiendo sus ideas en libertad.

 
El ministro Juan Ignacio Zoido le colocó ante el espejo: «Usted dijo que estaría en el Congreso sólo 18 meses. A lo mejor no ha podido imprimir su renuncia al acta», le dijo recordándole su compromiso de abandonar la Cámara una vez declarada la independencia. «A usted no le gusta cumplir las leyes ni su palabra», le remató Zoido. Muy cerca de Rufián, el aliado de Pablo Iglesias para la Generalitat, Xavier Domènech, sonreía.

La prueba de que los grilletes son una mentira es que el propio Rufian estaba ayer en el Congreso defendiendo sus ideas en libertad. Aunquela presidenta de la Cámara Baja le apercibirá por sacar las esposas, acusar a la Policía de «moler a palos» y desear la detención del presidente Rajoy. La diputada de ERC Ester Capella calificó de «impertinente» la contestación de Zoido recordándoles que el reloj de la independencia prometida expiró y ahí siguen ellos en Madrid. Una vez más, PP y Ciudadanos recriminaron la actitud «lamentable» de Rufián.

Desconfianza mutua

Los independentistas catalanes, que se libraron de que la Cámara les sancionara restándoles sueldo por sus reiteradas ausencias, no disimulan su incomodidad cada vez que los periodistas les preguntan por qué no renuncian a sus puestos en la capital pese a haberlo prometido. «No estaremos ni un minuto más» tras proclamar la república, solía decir Joan Tardà, que este martes se rindió a lo evidente y reconoció públicamente que su plan de proclamar la república había naufragado por falta de mayoría social. «Acompasar el ritmo» a la realidad, vino a decir el portavoz convergente en el Congreso, Carles Campuzano, mucho más cercano a los periodistas que Rufián.

Asumiendo que después de todo no dejarán las Cortes, diputados y senadores de ERCy PDECat tratan ahora de recolocarse en sus escaños y ganar tiempo. Lo harán cada uno por su lado porque, aunque reconocen que la «relación personal» entre los que viven en Madrid «es buena», las deslealtades entre sus mandos en Cataluña acentúan su desconfianza mutua.
 

 

 

FUENTE: ABC