GONZALO BAREÑO

 

¿En qué momento empezaron a torcerse las cosas en el PP para pasar de ser el partido hegemónico que agrupaba desde el centro a la extrema derecha en España a convertirse en una fuerza sin rumbo ni liderazgo, con solo 66 escaños y un futuro incierto? Existen multitud de interpretaciones, en muchos casos contradictorias. Pero, al margen de las opiniones de parte, hay datos históricos y objetivos que permiten identificar el origen del problema, al menos en términos de resultados electorales. Tras un inicio catastrófico en las elecciones de 1977, en las que la Alianza Popular fundada por siete ex ministros de Franco, conocidos como los siete magníficos, se quedó en unos escuálidos 16 escaños, que en 1979 eran ya solo 10 bajo la marca de Coalición Democrática, Manuel Fraga reconvirtió la formación en el gran partido conservador que aglutinó un gran espectro de votantes, desde el sector más conservador hasta el centro liberal. En 1990, José María Aznar heredó una formación sólida, pero lastrada todavía por sus raíces. Fracasó en las elecciones de 1989 y en las de 1993 enarbolando todavía un discurso muy poco centrista. Y solo consiguió vencer en 1996, por un resultado ajustado, a un Felipe González agonizante.

Giro de Aznar

De la moderación al radicalismo. Frente al discurso que sostiene hoy, fue a partir de 1996, cuando, acuciado por su exigua mayoría, Aznar moderó su discurso y se abrió al diálogo con otros partidos, cuando convirtió al PP en una fuerza mayoritaria que arrasó en las elecciones del 2000 con una mayoría absoluta de 183 escaños y 10,3 millones de votos. Esa mayoría absoluta endiosó sin embargo a un Aznar que regresó a posiciones dogmáticas, abandonando el centro del tablero. Algo que, unido a su apoyo a la guerra de Irak y la pésima gestión de los atentados del 11-M en Madrid, dio la victoria al PSOE en el 2004 y dejó a su elegido Mariano Rajoy con 148 diputados. El nuevo líder del PP no se decidió a librarse de los elementos más reaccionarios del Gobierno Aznar, con Mayor Oreja o Ángel Acebes a la cabeza. Y el resultado fue una nueva derrota en el 2008 con 154 escaños.

Fue solo en el 2011, cuando Rajoy rompió definitivamente con Aznar y recuperó un discurso más pragmático y capaz de aglutinar a todo el centroderecha, cuando el PP obtuvo la mayor victoria de su historia, con 186 diputados y casi 11 millones de votos, a pesar del lastre que ya entonces suponían los casos de corrupción y las críticas que le dedicaba su predecesor.

2011: el mayor éxito del PP

Triunfa el discurso pragmático de Rajoy. Fue Rajoy, y no Aznar, en contra la opinión generalizada, quien llevó al PP a su mayor triunfo, con un discurso moderado, en una etapa que coincidió con las grandes victorias de Alberto Núñez Feijoo en Galicia con un estilo también mucho menos dogmático e ideologizado que el del último Aznar y centrado en la gestión. Y fue precisamente la estrategia de ensanchar el partido abriéndose a votantes mas centristas la que llevó a la cima al partido. En el 2011, según los estudios demoscópicos, el PP de Rajoy conseguía aglutinar al votante más derechista, que se veía representado, y también al moderado y centrista, que se sentía cómodo en una formación pragmática.

Pero, a partir del 2012, las cosas comenzaron a torcerse para el PP por razones que no tenían tanto que ver con un distanciamiento de sus votantes tradicionales por una cuestión de discurso, sino por tres factores que resultaron devastadores. En primer lugar, la explosión judicial de los casos de corrupción que afectaban a la época de Aznar, pero que implicaban también a personas de la confianza de Rajoy y sembraban sospechas sobre el propio presidente popular. El segundo factor fue el enfrentarse a una crisis económica internacional sin precedentes que Rajoy afrontó aplicando duros recortes -que ya había iniciado el socialista Zapatero-, y que minaron su respaldo. Y el tercero fue la explosión del desafío independentista en Cataluña.

Cóctel letal

Corrupción, crisis y Cataluña. Ese cóctel letal no solo implicó una pérdida de apoyos para el PP, sino que fue aprovechado por el aznarismo para tratar de desgastar el liderazgo de Rajoy en el partido. La gestión del problema catalán y su falta de respuestas fueron sin duda el mayor error del ex presidente popular, arrinconado entre los rivales políticos que lo animaban a hacer concesiones para apagar el incendio secesionista y los sectores más reaccionarios de su propio partido, que lo acusaban de no aplicar una suspensión de la autonomía en Cataluña por la vía del artículo 155. Rajoy no hizo ni una cosa ni la otra. Y lo pagó. Ciudadanos, hasta entonces un partido reducido al ámbito catalán, emergió con fuerza y obtuvo 40 escaños en el 2015. A pesar de ello, de los recortes y del lastre de la corrupción, Rajoy ganó aquellas elecciones con 123 diputados. Y un año después, logró volver gobernar tras ganar en el 2016 con 137 diputados, dejando al PSOE en el peor resultado de su historia, 85 escaños, y reduciendo a Ciudadanos a 32.

EL Error de Casado

Abandono del centro. Nadie en ese momento, excepto una minoría aznarista, discutía en el PP el liderazgo ni la estrategia de Rajoy. Aunque Ciudadanos le arrebató el discurso más antiindependentista, Rivera rechazaba entonces la aplicación del 155. Rajoy lo aplicó tarde y de la forma menos lesiva para la autonomía de Cataluña, apoyado pero también presionado por el PSOE. La consumación del desafío separatista con la celebración del referendo ilegal, y la pésima gestión en el intento de impedirlo, fue aprovechada por los sectores más derechistas del PP para cuestionar la autoridad de Rajoy y tacharlo de blando ante el separatismo. Algo que no solo dio alas a Ciudadanos sino que impulsó a la ultraderecha de Vox, una escisión de los populares que reivindicaba precisamente el discurso aznarista de volver a «las esencias» del PP.

 
La sentencia del caso Gürtel y la moción de censura de Sánchez dieron la puntilla a Rajoy. Y su sucesor, Pablo Casado, en lugar de renovar el partido, modernizarlo y recuperar el voto emigrado a Ciudadanos, cometió el error histórico de comprar ese discurso aznarista, recuperando al propio Aznar y a figuras ligadas al pasado, y escorándose a la derecha para tratar de taponar el ascenso de la extrema derecha. Una estrategia que se demostró catastrófica el 28A, al perder todo el espacio de centro en favor de Ciudadanos y reforzar a Vox. El peor resultado de la historia del PP.

Los hechos y los datos demuestran que las «esencias» del PP, las que le permitieron ser el partido hegemónico del centroderecha en España, no son una vuelta a su pasado más reaccionario, sino todo lo contrario. La capacidad de abrir el partido, ocupar el centro y acoger al mayor espectro de votantes. Una estrategia iniciada por Fraga, abandonada luego por Aznar y recuperada por Rajoy. Unas esencias a las que ahora trata de volver Casado tras comprobar su error.