“El debate es qué vamos a hacer a Madrid”, dijo Carles Campuzano, diputado del PDeCAT y veterano convergente en la reunión del consejo nacional del partido celebrada el pasado jueves. La vieja Convergència se resiste al que parece ser su inexorable destino: morir a manos del expresidente Carles Puigdemont. El problema de fondo es si el independentismo debe ir al Congreso de los Diputados a hacer política o sencillamente a bloquear el funcionamiento de las instituciones hasta lograr la independencia.

Puigdemont da por enterrada la política pactista de la vieja Convergència. Y esto sucede hasta tal punto que este sábado, en la reunión de la ejecutiva, amenazó con romper el carné del PDeCAT si este domingo no se reunía el consejo nacional del partido y sancionaba las listas, aseguran fuentes de la dirección. Los puigdemontistas quieren aprovechar la reunión de este domingo para someter también a votación la incorporación del PDeCAT en Junts per Catalunya, la marca electoral que controlan, descabezando así el último reducto de resistencia de los pragmáticos.

 
Ahora toca ir al choque, como si de un partido antisistema se tratara. Una primera muestra de la disposición al martirio fue la negativa a negociar los presupuestos del Gobierno de Pedro Sánchez. Esa línea es la que prevalecería en la próxima legislatura.

Los posibilistas del PDeCAT son favorables a mantener la negociación sin situar la autodeterminación como condición sine qua non para hablar de pactos. Los partidarios de Puigdemont, por el contrario, sostienen que hay que colocar la independencia en el frontispicio y, de no conseguirla, que la presencia parlamentaria sirva para bloquear hasta el colapso al poder legislativo. En realidad, el debate se halla entre seguir alimentando la fantasía procesista de que la independencia es posible de forma inmediata o hacer una política de alianzas que permita mover piezas y trabajar en la negociación. No hay que olvidar, apuntan desde los sectores pragmáticos del PDeCAT, que en Cataluña no existe una mayoría social soberanista y que sin hacer crecer la base independentista y sin la complicidad de partidos de ámbito español cualquier solución es estéril. Por su parte, los partidarios de Puigdemont creen que ir a “bloquear es hacer política”, tal como apuntó en el citado cónclave del PDeCAT del pasado jueves Joan Maria Piqué, coordinador internacional y ferviente defensor de la independencia exprés.

Para los partidarios de la épica unilateral ya fue un error el voto favorable del independentismo a la investidura del socialista Pedro Sánchez. Y en los últimos días, el peso de la púrpura de Puigdemont ha ganado terreno y ha acabado doblando el brazo del presidente del PDeCAT, David Bonvehí, que parece estar dispuesto a abrazar el unilateralismo abonado desde Waterloo.

La metodología empleada por Puigdemont en las elecciones del 21-D, en las que impuso sus puntos de vista sobre el PDeCAT volverá a repetirse el 28-A, pero esta vez el sector posibilista no se resigna a un papel pasivo y está dispuesto, aunque lleve las de perder, a plantear batalla: programa, listas y pactos en Madrid.

Ni los diputados Carles Campuzano o Jordi Xuclà ni la senadora Marta Pascal repetirán probablemente en los primeros puestos. Los dirigentes independentistas presos encabezarán las listas por Barcelona —Jordi Sánchez—, Tarragona —Josep Rull—, Lleida —Jordi Turull— y probablemente el exconsejero Lluís Puig por Girona. Será el Supremo el que decida si les permite salir de prisión para recoger el acta.

Los partidarios de Puigdemont, que han copado el comité de campaña, se han asegurado el control político y reservado los puestos de segura elección. Este es el caso de Míriam Nogueras, vicepresidenta del PDeCAT; Laura Borràs, consejera de Cultura; o Eduard Pujol, portavoz adjunto de Junts per Catalunya en el Parlament. Las nuevas listas garantizan a Puigdemont y a los unilateralistas el control total del grupo parlamentario en Madrid.

ERC, partido de empresa

Todo este giro acentúa las reticencias de sectores empresariales catalanes hacia los herederos de la vieja Convergència. Las patronales ven con preocupación la deriva del antaño sector moderado del soberanismo. La fragmentación del voto y la conformación de mayorías tras el 28-A se antoja mucho más complicada si una parte de los diputados decide no pactar. Ello hace que algunos empresarios vean con mejores ojos la interlocución con Esquerra. Un destacado dirigente patronal se lamentaba de la deriva del nuevo PDeCAT. “Hoy en día, parece que nos podemos fiar más de ERC que de la vieja Convergència”, afirmaba resignado.

Los republicanos, que presentan al preso Oriol Junqueras de cabeza de cartel, han demostrado tener más cintura. Sin embargo, la carrera que llevan ambas formaciones —en la que ni ERC ni Junts per Catalunya quieren ser acusados de traición— no ofrece demasiadas garantías políticas. La atracción fatal ante el eventual bloqueo del poder legislativo es tal que la CUP sopesa si concurre por primera vez en su historia a las elecciones generales. En esta partida muchos están dispuestos a hacer de kamikaze político. Nadie quiere ser tachado de cobarde o de traidor.
 
 

FUENTE: ELPAIS