Jaime-Axel Ruiz Baudrihaye

 

Tras un debate rápido y muchas de negociación discreta y profunda, los Presupuestos del Estado portugués para 2019 han sido aprobados. Fueron admitidas 62 enmiendas del PCP, 39 del Bloco de Esquerda, 13 de los Verdes y del PSD cada uno, y 11 del CDS y del PAN. El gobierno de António Costa puede seguir tranquilo hasta las próximas elecciones legislativas, que serán en octubre de 2019.

Este es el fin de un ciclo ante el próximo año electoral, pero la izquierda ha sido leal con el gobierno, sin ponerle zancadillas graves, aunque lo acuse de estar inclinado a la derecha y el PCP sea acusado, a su vez, de llevar una “guerra de desgaste” contra los socialistas. Es también el fin de la relativa paz social con huelgas más frecuentes.

Como Portugal es un país antiguo donde la izquierda no tiene empacho en llamarse patriótica –pero no nacionalista-, un cierto compromiso ha sido posible entre los socialistas, los comunistas y el Bloco. El que ha sido llamado gobierno de la ‘geringonça’, que significa chapucería o cosa mal hecha que se estropea fácilmente, ha demostrado ser, sin embargo, muy estable.

El Estado ya ha devuelto al FMI 23 mil millones de euros, y va a pagar próximamente otros 4,7 mil millones, con lo que salda su deuda de 26.300 millones de euros que le fueron prestados. Como ha dicho The Economist, Portugal ha sido el buen alumno. Del atolladero no lo ha sacado la derecha del PSD, que dejó al país exhausto y en vías de una desigualdad creciente entre riquísimos –banca, inmobiliario, sobre todo- y las clases desfavorecidas.

Los sacrificios para el pueblo han sido duros, pero más hubieran sido con el PSD, que dejó un rastro de ultraliberlismo económico y de libertinaje inmobiliario, un rastro de negligencia y desigualdad, con bancos quebrados, como el Espíritu Santo, y otros en situación crítica, como el Montepío.

Portugal arrastra problemas estructurales graves, como la desindustrialización, pues el conjunto productivo – industria, agricultura y pesca – no llega a la cuarta parte del PIB. O como la carencia de productos alimentarios básicos, cuya importación pesa cuatro mil millones de euros anuales, el tercio de todo el déficit de la balanza comercial. Portugal no es autosuficiente en alimentación. La inversión extranjera, (angoleña, china, europea, etc) si bien ayuda, también supone una salida de dividendos del país de más de siete mil millones de euros semestrales.

Dos millones de portugueses viven en el borde de la pobreza, con un coste de vida que no deja de subir (especialmente, la energía, los transportes y la salud) y un salario mínimo que sólo subirá a 650 euros mensuales el 1º de enero de 2019, y éste alcanza al 22 % de los trabajadores. Las inversiones extranjeras en Portugal acuden, sobre todo, por los bajos salarios y aún así, se han reducido.

El presupuesto mantiene los gastos sociales, ha reducido el IVA a la cultura y los espectáculos (del 13% al 6%), ha reforzado las carreras de los profesores, ha subido el impuesto al gran capital (por ejemplo, a la propiedad inmobiliaria superior a dos millones de euros) y ha mejorado las pensiones, que, aun así, son extremadamente bajas.

Subsisten, sin embargo, bastantes puntos negros, entre los que destacan:

Uno, el problema de la vivienda, agravado por el exceso de gentrification (¿o gentilización, que es más castellano?) de barrios antiguos de Lisboa, Oporto y otras zonas turísticas. Por ejemplo, en Olhão, Algarve, una minúscula casa, con dos habitaciones y necesitada de obras, cuesta en torno a los 160.000 euros, precio inalcanzable para los pescadores, trabajadores del campo o la construcción. En los barrios populares de Lisboa sus habitantes van siendo expulsados calladamente por la especulación y el turismo.

En esta área quedan muchos problemas por resolver, como son los numerosos desahucios, debidos a la feroz especulación inmobiliaria sin freno y los créditos fallidos, los transportes públicos en las áreas metropolitanas de Lisboa y Oporto, muy necesitados de mejora y modernización. Lisboa, tan bella a los ojos del turista (hay una enorme masificación turística), oculta los desastres de la especulación que han hecho de la carretera de Sintra (A estrada de Sintra, esa novela inacabada de Eça de Queiroz), por ejemplo, una vía interurbana entre bloques y edificios masivos como colmenas, con pésimos servicios de transporte público y un ferrocarril patético (CP, Comboios Portugueses, ha sido la cenicienta de las inversiones públicas en los últimos treinta años, mientras se han multiplicado las autopistas de peaje).

Segundo, la salud, que fue semiprivatizada por el anterior gobierno del PSD, de Passos Coelho (no deja de ser una ironía su nombre “socialdemócrata”). Cuatro grandes ciudades tienen hospitales en PPP, Participación Público Privada), hay 114 hospitales privados y sólo 107 públicos. El portugués es el europeo que más paga por receta médica, un 27,4%. En 2018, el 40% del presupuesto de la Sanidad Nacional (SNS) ha ido en pagar a entidades privadas, sin contar los medicamentos.

En tercer lugar, el medio ambiente. Aunque ha habido algunas mejoras (contratación de Vigilantes de la Naturaleza, equipamientos), todavía se invierte poco en las áreas protegidas, como lo demostraron los incendios de 2017, en Pedrogão Grande, y los de este verano, en el Algarve. Otras inversiones se canalizan como turísticas –como en Comporta, en la Costa Vicentina-, descuidando su aspecto educativo y de protección de la naturaleza.

Pero estos tres sectores críticos no tienen quien los defienda. Los ciudadanos están poco organizados, y la protesta, cuando la hay, es dispersa, individual y difusa. Los partidos clásicos, incluido el PCP, protestan en la calle pero encaminan poco las reclamaciones de usuarios y pacientes, es decir, de los ciudadanos. Digamos que hacen una especie de macropolítica, en plan manifestación o proclamas, pero sin descender a los casos concretos, como en materia de ayuda ante los desahucios. Las personas con riesgo de desahucio están abandonadas a su suerte, nadie las defiende. La asignación de viviendas protegidas en el área metropolitana de Lisboa tienen una lista de espera y ahora están tratando, con cuentagotas, las solicitudes ¡de 2006!, ¡de hace doce años!

Por ahora, el PS mantiene buenas expectativas, con casi el 42% de intención de voto, tras tres años de gobierno, mientras el PSD no logra alcanzar el 30%, entre otras razones, por su problema de liderazgo y división interna. El déficit va a quedar en un histórico récord del 0,2% y se prevé que la economía crezca un 2,2%.

En el ámbito municipal, el PCP mantiene muchos ayuntamientos, que son un ejemplo de buena gestión, de buena arquitectura y buen gusto y de correctos servicios sociales (pase el viajero de Extremadura al Alentejo para comprobarlo). Pero su techo electoral a nivel nacional no sobrepasa el 10%. Un dato significativo es que el PCP no debe dinero a los bancos, teniendo un saldo positivo de 268.000 euros, así como el Bloco de Esquerda, también sin deudas. Gestión sobria y austera, con su publicidad y propaganda llevada a cabo por sus esforzados miembros, no por empresas externas.