¿Quién ganó la encerrona de TV3, Vicent Sanchis o la invitada Inés Arrimadas? ¿O habría que formular la pregunta al revés: quién la perdió?

Los sorprendidos de última hora suelen mostrar una alarma desmedida ante la deriva del procés catalán. Creen que estamos peor que nunca. Por el contrario, quienes madrugamos hace años, solemos sostener que el tiempo presente es el menos malo de los vividos. ¿Por qué? Porque ayer no había conciencia real del problema; y cuando la había, solía quedar neutralizada por complejos y temores ante la hegemonía moral del nacionalismo. Y porque intelectuales, medios y gobiernos de España, mayoritariamente, se inhibían ante el problema o colaboraban directamente con él. Dicho de otro modo, hoy hay conciencia y preocupación creciente, y por lo mismo, la impunidad del nacionalismo se ha acabado. A pesar de Pedro el largo.

Esta constancia le ha llevado a muchos a considerar que el constitucionalismo empieza a ganar batallas. Una apreciación, a mi modo de ver, errónea. Todas las batallas del nacionalismo las ha ganado él mismo por astucia propia, y todas las batallas que está ganando ahora el constitucionalismo, no son por inteligencia de éste, sino por errores del propio nacionalismo. Dicho de otro modo, la voluntad desmedida del secesionismo que le llevó a la cumbre, es ahora convertida en soberbia, la que le está arrastrando al abismo.

No fuimos los constitucionalistas los que salimos a la calle el 8 y el 29 de Octubre de 2017, nos sacaron ellos. O si quieren, nos empujaron la amenaza, el supremacismo, y el desprecio a España. El 1 de Octubre, la Declaración Unilateral de Independencia del 27, y la aplicación del 155 como respuesta, les explotó encima. Desde entonces, la desmesura, la división y todas sus mentiras están pasándoles factura. No hay ya TV3 y cuentos de exiliados y presos políticos que suturen tanta impostura.

La demostración de este suicidio colectivo la escenificaron el domingo en TV3 con la entrevista a Inés Arrimadas. Los dueños de la masía estaban tan acostumbrados a disponer, que descuidaron calibrar la insolencia del servicio.

Ha tenido mucho revuelo, y se han rasgado muchas vestiduras a favor y en contra del uno y de la otra. Porque aquello no fue una entrevista, sino un aquelarre digital urdido para quemar a la bruja insolente con rostro de virgen y mirada de caramelo. Aunque al final, ni los suyos dieron por vencedor al mercenario del independentismo.

Si nos atenemos a la ristra de zascas y razones que le propinó la líder de la oposición al broncas, sin duda alguna ganó la dulzura, la inteligencia, la sensatez, la esgrima impecable, los datos imprescindibles en el momento oportuno, y la pedagogía. Frente a ella, acorralado en su impotencia, el capo de la fábrica de independentistas, sólo parecía lo que era, un pobre diablo sin claca tertuliana que le asistiera.

Esta victoria del constitucionalismo es la muestra más evidente del fracaso del procés en su propia caverna. El debate no lo ganó Arrimadas, lo perdió estrepitosamente TV3 como modelo de televisión pública. Su director solo fue la última anécdota.

Como en todas las batallas ganadas últimamente por el constitucionalismo, son obra de los excesos acumulados del nacionalismo. Inés tendrá el honor de haber asistido a su implosión. Se olvidarán sus palabras, se desdibujarán los detalles, pero permanecerá esa patética figura del director de TV3 reprobado por su propio parlamento pisoteando todas las reglas del periodismo y esparciendo por el plató las coordenadas de la propaganda infecta del supremacismo nacionalista.

Lo de menos fue la refriega, lo importante es haber asistido al final audiovisual de una estafa histórica.

P.D. Ahora es preciso que el constitucionalismo empiece a ganar sus propias batallas. Incluida Inés y Cs. Sin esconder la inmersión, sin ignorar que hablar español en sus feudos, no sólo es forma. En este caso, también es contenido. Sin camuflarse nunca más en el paisaje. Y, sobre todo, sin olvidar nunca, que hoy en Cataluña, lengua y exclusión social, paro y sueldos miserables van de la mano de apellidos y lenguas.

 
 

FUENTE: LIBERTADDIGITAL