Basta de confrontación y sectarismo. Es hora de tender puentes y superar el clima agrio del inicio de la legislatura. Esta responsabilidad de templar ánimos recae en Pedro y Santi. Un beso entre los líderes de las dos Españas facilitaría la concordia nacional 

Nada hay nuevo bajo el sol. En los años ochenta, el socialista François Mitterrand, entonces presidente de la República francesa, un político tan turbio como culto, capaz de simular un atentado contra su persona, pensó que su continuidad en el poder dependía, en buena medida, de fraccionar el voto de la derecha gala. ¿Cómo? Dándole protagonismo al Frente Nacional de Jean-Marie Le Pen, un partido de extrema derecha que contaba con un apoyo mínimo entre los electores. 

Mitterrand encontró un aliado en Le Pen para arrinconar a la derecha gaullista, de perfil moderado e institucional. El líder ultraderechista, con fama de torturador en la guerra de Argelia, no le hizo ascos a la ayuda de Mitterrand. Gracias a este reconocimiento institucional, el Frente Nacional fue ganando apoyos en la población, sobre todo entre la clase obrera, que había sido abandonada por los socialistas y los comunistas. 

Le Pen llegó a pelear con Jacques Chirac por la presidencia de la República en 2002. Su hija Marine, que ha modernizado el partido heredado, está en condiciones de ganarle las elecciones al principito Macron

NADA HAY CENSURABLE EN QUE DOS POLÍTICOS HETEROSEXUALES SE DEN UN PIQUITO COMO HICIERON GORBACHOV Y HONECKER Y, MÁS RECIENTEMENTE, IGLESIAS Y DOMÈNECH

El presidente maniquí no es Mitterrand, evidentemente. Carece de su inteligencia para hacer el mal, pero ha comprendido que su supervivencia política pasa también por dar alas a un partido de derecha extrema como Vox. En la guerra cultural que libran, el PSOE y Vox se necesitan y retroalimentan. Si unos hablan de Franco, los otros de las checas; si los primeros introducen el recetario LGTBI en la escuela, los segundos se oponen con el pin parental. A partir de ahora nos cansaremos de contar episodios de confrontación ideológica entre estos dos aliados por conveniencia.

¿Vox, a sueldo del PSOE?

La semana pasada quedé a cervecear con mi amigo Vladímir en el centro de València. Lleva seis años en España y, para mi asombro, le interesa la actualidad parlamentaria. A la tercera cerveza, ya desinhibido, me preguntó:

—¿Tú crees que los de Vox están a sueldo del PSOE?

Tardé unos segundos en contestar porque no me lo esperaba. Le recordé que el exilio iraní había tenido en nómina a dirigentes de Vox, pero desconocía si ahora cobraban también de Ferraz. No me atreví a afirmar ni lo uno ni su contrario, así que opté por la prudencia y cambié de tema. 

Lo que sí le confesé a mi amigo es que al país no le conviene más tensión. En la reciente investidura sólo faltó ver pistolas en los escaños, dada la agresividad verbal de algunos diputados. Como los españoles solemos acabar a garrotazos, urge serenar los ánimos. Nuestra historia es cainita. Un poco de centrismo del bueno, adobado con raciones de moderación y diálogo, no nos vendría nada mal. 

Pero quienes deben rebajar la tensión son sus beneficiarios. Queremos pensar que el presidente maniquí y Santiago Abascal lo harán por patriotismo. Si la primera guerra carlista, que fue un poco menos grave de lo que vivimos hoy, acabó con el abrazo de Vergara, ¿por qué no pedirles a estos dos líderes un gesto de distensión?

Fantasías íntimas de hombres y mujeres 

Pedro y Santi el Asirio tienen más cosas en común de lo que imaginamos. Pertenecientes a una misma generación, son igual de mentirosos, atractivos hasta el punto de despertar las fantasías íntimas de mujeres y hombres, y mandan en sus organizaciones con puño de hierro. Además, casi siempre han vivido para la política, es decir, del presupuesto público. 

La reconciliación entre las dos Españas, tan necesaria para la concordia nacional, bien podría comenzar con un beso. Nada hay censurable en que dos políticos heterosexuales se den un piquito como hicieron Mijaíl Gorbachov y Erich Honecker y, más recientemente, Pablo Iglesias y Xavier Domènech. En ese segundo caso se trató de un beso confederal e ibérico, en línea con buscar la fraternidad entre las naciones catalana y madrileña. 

¿A qué esperan, entonces, para hacerlo? Sería maravilloso que Pedro y Santi fuesen portada de la revista Shangay. La decisión de besarse es coherente con la alianza tácita entre PSOE y Vox. Si buscan encarnar el nuevo bipartidismo, haciéndose los dueños de la finca española, una finca que amenaza ruina, todo hay que decirlo, ¿por qué no solemnizarlo con un beso de sus líderes machos? En el Congreso, la Moncloa o en el palacio de Cervelló de València, no importa el lugar, con tal de no seguir viéndolos encabronados como hasta ahora, echando pestes los unos de los otros mientras el país se pudre sin hallar un solo político digno y valiente que lo defienda.