VALÈNCIA. (EFE/Carlos Bazarra). «Espero que algún día esta pesadilla se termine, pero paciencia y tranquilidad, no se puede pedir otra cosa en esta vida», confesabaFrancisco Camps el pasado día 1 antes de declarar ante la Justicia, una vez más y van unas cuantas en un camino que inició en 2009 y que aún le hará visitar varios juzgados.

Este martes se cumple ya una década de su primer desmentido relacionado con el caso Gürtel: dos periódicos acababan de publicar que la Fiscalía Anticorrupción le implicaba en la trama que investigaba Baltasar Garzón debido a una frase de una imputada que aludía al pago de30.000 euros en trajes para él.

Diez años después y tras archivarse en diciembre su imputación en una de las piezas del caso Valmor por la organización de la Fórmula Uno, sigue investigado en la causa de Gürtel en la Audiencia Nacional y en dos más en València: una por la Fórmula Uno y otra por la visita papal.

Tras aquella primera implicación, arropado por todo su Gobierno y la entonces alcaldesa de València, Rita Barberá -su mentora política y ferviente defensora-, Camps desmintió los hechos en una comparecencia urgente y sin preguntas ante los medios en el Palau de la Generalitat.

Lo hizo, posiblemente, sin atisbar que 881 días después dimitiría como presidente autonómico por la bautizada como «causa de los trajes», de la que resultó absuelto junto a su número dos en el PPCV, Ricardo Costa.

Parafraseó a Bertold Brecht -«ayer, un concejal; hoy, un alcalde, y mañana, el presidente de una Comunidad Autónoma»-, reconoció que la noticia de su supuesta implicación le llegó a las seis de la mañana -«en Democracia, a diferencia de la dictadura, quien llamaba al albor de la mañana era el lechero y no una falsa imputación»- y criticó el «proceso abierto» entonces contra el PP.

Camps (València, 1962) se mostró ese día convencido de que «la división y la incertidumbre» que a su juicio se intentaba sembrar en el PP había fracasado, pidió «tranquilidad y paciencia» a los suyos y pronosticó: «Saldremos más reforzados si cabe de esta amarga experiencia». Dos años después ganaba de nuevo por mayoría absoluta.

Quien estuvo llamado a suceder incluso a Mariano Rajoy tacharía el «caso Gürtel» de «montaje político», «lío» o cuestión «absurda» y «estrafalaria», reiteraría que no había «nada de nada» e incluso perdonaría a la oposición por decir «cosas tan horrorosas» sobre él.

Diez días antes de ese 19 de febrero había sido detenido, también por orden de Garzón, Álvaro Pérez, el Bigotes. Era el responsable valenciano de Orange Market, la firma que organizaba actos para el PPCV y la Generalitat y que, según se conoció después, era parte del entramado empresarial de Francisco Correa, líder de la trama Gürtel.

Y llegó la difusión de conversaciones telefónicas grabadas por orden judicial entre Camps y el Bigotes. Frases como «te quiero un huevo» y «amiguito del alma» quedaron marcadas a fuego en la reciente historia político-judicial del país, pero diez años después ¿qué queda de esa relación?

El expresident ha luchado por convencer a los medios -y a la Justicia- de que esas expresiones se ceñían a una charla navideña, que no eran amigos y que apenas conocía a «Alvarito», como se le escuchaba llamarle en esas grabaciones.

El pasado 1 de febrero, en su última declaración ante la Audiencia Nacional tras su imputación en la pieza de Gürtel que investiga si ordenó adjudicaciones irregulares al entramado de Correa, como un contrato para montar un expositor de Fitur 2009, Camps reiteró que no era amigo del Bigotes y que todo era parte de un montaje mediático en su contra que ha terminado calando.

¿Y Ricardo Costa? Ya condenado por una pieza de Gürtel, ha roto también con Camps al haberle responsabilizado de la creación de un sistema irregular de financiación en el partido. Para el expresident, Costa «y su conciencia» sabrá por qué ha cambiado de opinión diez años después.

En esta década, Camps ha proclamado insistentemente su inocencia pese a que su nombre ha orbitado siempre en torno a Gürtel y a otros casos de supuesta corrupción durante su etapa al frente del Consell y del PPCV.

Varios de sus compañeros de viaje político (Rafael Blasco, Carlos Fabra, Víctor Campos o Milagrosa Martínez) han sido ya condenados, mientras muchos otros siguen investigados judicialmente, desde Alfonso Rus a Serafín Castellano pasando por Vicente Rambla, Gerardo Camps, Juan Cotino y Consuelo Císcar. La pesadilla continúa.

 
 

FUENTE: VALENCIAPLAZA