ASÍ ME PARECE

 

El PP tiene derecho a defenderse. Pero ¿ha sido acertada la decisión de intentar destruir Ciudadanos?. Es comprensible el enfado y la preocupación de los dirigentes del PP, al contemplar los resultados de las urnas del 21-D, y al estudiar los negros pronósticos de las últimas encuestas. Ahora bien ¿esto justifica la decisión de intentar destruir Ciudadanos? ¿No hubiera sido quizás más acertado iniciar un sincero y humilde ejercicio de autocrítica? ¿Acaso no hubiera sido conveniente que reconociesen que quizás la culpa de sus descalabros electorales no la tengan los demás, sino ellos mismos, sus propios errores o su falta de proyectos atractivos?.

Durante decenios, el PP se había acostumbrado a no tener competidores. Ha ejercido una hegemonía casi absoluta sobre un amplio espacio electoral, que abarcaba desde la extrema derecha a los límites del centro izquierda. Es verdad que algunos partidos regionalistas o nacionalistas le han disputado los votos. Pero era en ámbitos territoriales limitados. En general, el PP ha vivido cómodamente instalado en su espacio electoral, sin nadie que le hiciera competencia. Claro que esta situación de casi monopolio, el PP se la ha trabajado durante años. Siempre ha estado atento para impedir que surgieran competidores. Si nacía un partido nuevo que pudiera significar un riesgo para su monopolio, o lo absorbía mediante coaliciones más o menos efímeras, o lo aplastaba sin piedad. Y así, a la base electoral del PP no le quedaba, pues, más remedio que ser fiel al partido, porque en el espectro del centro derecha no tenía a quien votar que no fuese el PP.

Sin embargo, a partir de 2014, las cosas empezaron a cambiar. Ciudadanos había nacido en Cataluña en los primeros años de este siglo. Su propósito inicial era frenar a los separatistas catalanes. Pero, en un momento determinado, Ciudadanos decidió convertirse en un partido político de ámbito nacional. La claridad de sus mensajes, la firmeza de sus planteamientos, y la limpia trayectoria de Albert Rivera han ido calando en el electorado. Y, de este modo, Ciudadanos se ha convertido en un serio competidor del PP. Una poderosa cuña de la misma madera ideológica.

 

 

Ciudadanos ha hecho posible con sus votos la investidura de Mariano Rajoy. Y en algunas regiones, como Madrid o Murcia, sostiene gobiernos del PP. Pero esta condición de aliado político no le ha librado de los ataques del PP. La operación para desprestigiar a Ciudadanos e intentar destruirlo, se inició al día siguiente del 21-D. Dirigentes del PP le exigieron públicamente a Inés Arrimadas que, si había ganado las elecciones autonómicas catalanas, presentase su candidatura a presidenta de la Generalidad. La exigencia pública del PP era una trampa, en la que Ciudadanos no cayó. La aritmética es ineludible. La investidura de Arrimadas se sabe de antemano que estaría condenada al fracaso, pues los escaños de los constitucionalistas no suman la mayoría suficiente. Ahora sabemos, además, que si Arrimadas presentase su candidatura, esto por sí solo tendría el efecto taumatúrgico de acabar con las divisiones internas de los separatistas. Y creo que todos convendremos en que a los españoles no nos interesa que los separatistas catalanes se pongan de acuerdo. El 22 de Diciembre seguramente todo esto ya lo sabían los que exigían a Arrimadas que presentase su candidatura. Pero de lo que se trataba era de desprestigiar a Ciudadanos, de lanzarle a la sociedad el mensaje de que el partido de Rivera ni quiere ni sabe gobernar.

El segundo ataque furibundo ha empezado tras conocer los sondeos en los que Ciudadanos supera al PP en intención de voto. Se ha aprovechado una calificación del Tribunal de Cuentas, sobre algunas irregularidades de Ciudadanos, para convertir la anécdota en categoría, y negarle en adelante a Ciudadanos legitimación para censurar la corrupción. Este ataque acaba de empezar, y seguramente el PP lo intentará apurar hasta las últimas consecuencias.

Así las cosas, volvamos a la pregunta del principio: ¿es acertada la decisión de intentar destruir Ciudadanos?. Con todos los respetos a los sesudos dirigentes reunidos en Génova 13, mi opinión es que se equivocan otra vez de estrategia. Por tres razones: primera, porque no lo van a conseguir. Ciudadanos no va a caer en las trampas que el PP le tienda. Y, además, por mucho que intenten convencernos de lo contrario, Ciudadanos no ha tenido tiempo de corromperse. Será imposible implicarlo en algún asunto de gravedad similar al caso Gürtel, Púnica, o Bárcenas. Segunda, porque esta estrategia del PP terminará favoreciendo a Ciudadanos. Tras sufrir estos ataques por parte del PP, nadie podrá decir en adelante que Ciudadanos es una sucursal del PP, o una muleta de Rajoy. Y, tercera, y ya pensando en los intereses generales de los españoles, esta estrategia del PP de destruir Ciudadanos sólo sería admisible si el PP fuese capaz de acompañarla con una seria alternativa al proyecto de regeneración y esperanza colectiva que Ciudadanos actualmente significa. Si no se hace así, me temo que se trataría de una simple política de tierra quemada, como la que suelen practicar en su huida todos los ejércitos derrotados que en el mundo han sido.

 

 

 

Fdo. Juan-Ramón Calero Rodríguez