Tras haber reclamado la pureza de sangre, los ocho apellidos catalanes, después de haber tildado a nuestros ancestros de colonos de Franco por haber llegado a Cataluña como emigrantes y haber impuesto supuestamente el español como lengua de conquista, ahora se ha dado un paso más y se buscan los antecedentes familiares, la genealogía. Hay que presentar el certificado de buena conducta política… de nuestros progenitores.

El comisario político Solé i Sabaté fue encargado por Josep Benet para tratar de implicar a Tarradellas en la detención de Companys por la Gestapo, su posterior entrega a la España de Franco y su fusilamiento, sin ningún resultado. Ahora ha aprovechado la reedición del libro de Jordi Solé TuraCatalanismo y revolución burguesa para saldar antiguas deudas y proclamar la “segunda muerte” del exministro socialista, dentro ya de la línea habitual de elevado pensamiento al calificar de “hija de puta” a una candidata o de efectuar comentarios homofóbicos sobre otro. Habría que recordar que, entre otras aportaciones, Solé Tura fue el único –exactamente el único– desde la izquierda catalana que tuvo la valentía moral –y a fe que en aquella época se necesitaba– de pedir públicamente que se llegará hasta el final en el caso de Banca Catalana. Mientras que Manolo Vázquez Montalbán, por ejemplo, aseguraba que Pujol​ podía ser muchas cosas, menos un ladrón.

Solé i Sabaté se lanza sobre el fallecido Solé Tura porque este tuvo la ocurrencia de señalar el origen burgués del nacionalismo catalán

Ahora el exdirector del Museo de Historia de Cataluña se lanza sobre el fallecido Solé Tura porque este tuvo la ocurrencia de señalar el origen burgués del nacionalismo catalán. Para Solé i Sabaté. «Los burgueses de la misa de doce de ayer, del pastel del domingo, la gente bien de poca conciencia ha renunciado a este movimiento único universal que es el proceso catalán». Obvia, por ejemplo, que la hoy plataforma de movilización que constituye Òmnium Cultural –junto con la Assemblea Nacional Catalana–, creada para la defensa y promoción de la lengua catalana, no proviene de ningún ateneo popular, ni de ninguna asociación obrera, sino de la iniciativa de unos cuantos burgueses catalanes que se habían ganado perfectamente la vida durante el franquismo, hasta hacerse millonarios, tales como Millet –el padre del saqueador del Palau–, Carulla –de Gallina Blanca–, Cendrós –de Floïd–, etc., que en 1961 empezaron a borrar así su pasado ante los nuevos tiempos que se avecinaban. 

Nuestro inquisidor acusa que solo «los autodenominados progresistas, la mayoría de ellos hijos de franquistas –basta consultar sus biografías para deshacer cualquier duda–, y por un planteamiento ideológico doctrinario marxista» mantienen la tesis de Solé Tura, mientras que para este exorcista de los demonios familiares «el nacionalismo catalán es un movimiento mayoritariamente popular, social e interclasista». Una definición de un rigor científico que tira de espaldas y que igual serviría para los votantes de Donald Trump o de Le Pen.  Eso sí, no pensar como él sobre el nacionalismo catalán «solo se puede hacer desde la ignorancia de la historia o desde el sectarismo ideológico». Tal como dijo uno de sus sucesores en la dirección del referido museo, Jaume Sobrequés, factótum del congreso de historia denominado España contra Cataluña, el título obedecía a una «realidad científica».  

El 1 de abril de 1956 apareció un manifiesto de estudiantes de la Universidad de Madrid contra el franquismo. Empezaba diciendo que «nosotros, hijos de vencedores y vencidos…».

 

 

 

 

 

 

 

 

FUENTE: ELESPAÑOL