Un magnetismo recorre España. Exponentes de la nueva y la vieja política quisieran neutralizarlo: Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, el Partido Nacionalista Vasco, lo que queda del Partido Popular marianista, el liberal José María Lassalle, la Esquerra Republicana que vino después de las 155 monedas de plata, Oriol Junqueras desde la cárcel de Lledoners, los convergentes que no quisieran dejar de serlo, los dirigentes sindicales, los valencianistas de izquierda, los arzobispos de Madrid y Barcelona, los empresarios que siguen creyendo en algo más que el mercado único, los principales periódicos –no todos–, buena parte de la industria cultural, Felipe González y Juan Carlos Monedero, casi todos los veteranos de la transición y no pocos de los jóvenes radicales que critican la transición.

Un magnetismo recorre España. Es una idea fija: “Nosotros, primero”. Es una mirada, dura. Es una manera de hablar: alta, fuerte, rompedora. Es el fracking minero aplicado a la política: la fractura de la vieja cultura democrática para obtener energía. Es la divinización del freakismo. Es la adoración nocturna de Donald Trump. Es el poderoso influjo de los movimientos populistas conservadores. Es el momento Europa.

La primera visita de Pablo Casado a un líder extranjero después de un verano dedicado a recorrer España, ha sido a Sebastian Kurz, el joven primer ministro austríaco que ganó las últimas elecciones en su país absorbiendo el programa de la extrema derecha. Kurz, cara de niño, pelo engominado y aire relamido, es hoy la envidia de muchos dirigentes del Partido Popular Europeo. Conservadurismo, mano dura con los inmigrantes y aromas irredentistas. Kurz quiere dar la nacionalidad austríaca a los ciudadanos italianos de la provincia de Bolzano (Südtirol, en alemán, Alto Adige, en italiano). Viejas tierras del ducado de Baviera que el tratado de Versalles ad­judicó al reino de Italia tras la derrota del Imperio Austrohúngaro en la Gran Guerra. Mussolini quiso italianizar a la fuerza a los sudtiroleses. Con el paso del tiempo surgió un movimiento separa­tista panaustríaco, que llegó a colocar bombas en los años sesenta. Estatuto especial de autonomía desde 1972. Kurz quiere remover ahora las costuras ti­rolesas. Veremos qué dice el duro Matteo Salvini, ministro del Interior italiano, que tantos enfoques comparte con el joven primer ministro austríaco.

Pablo Casado derechiza al PP y visita en Viena al duro Sebastian Kurz; Albert Rivera le va a la zaga, preocupado por los sondeos

Kurz es muy amigo de los bávaros de la CSU, uno de cuyos hombres, Manfred Weber, está siendo propulsado como candidato a la presidencia de la Comisión Europea. El PPE se ha reunido esta semana en Viena y Casado no podía faltar a la cita.

Albert Rivera, el hombre que hace unos meses se proclamaba Macron, ha dedicado agosto a las regatas por el golfo Salvini. Un estilo, un lenguaje, una mirada. La tentación es irresistible cuando las encuestas no van muy bien. La Liga de Salvini se ha vuelto ubicua. La Lega ha sido invitada este año a participar en la celebración del Onze de Setembre
en Barcelona por un núcleo indepen­dentista catalán que se titula Som. Ha anunciado su asistencia el exparlamentario Mario Borghezio. Un fascista. Un tipo que en el 2013 calificó de “negra bonga bonga” a la ministra italiana Cécile Kyenge, nacida en Congo.

Ni siquiera Podemos puede sustraerse al magnetismo que recorre Europa. Aún no había salido en los periódicos la noticia del nuevo movimiento de izquierdas alemán (Aufstehen, En Pie), que llama a competir con los populistas de Alternativa por Alemania con un planteamiento mucho más restrictivo de la inmigración, que tres personas muy apreciadas en Podemos ya redactaban un artículo muy favorable al enfoque “social-nacional”. El texto apareció el miércoles en la publicación digital Cuarto Poder con la firma de Manuel Moreneo, Julio Anguita y Héctor Illueca. Título: “¿Fascismo en Italia? Decreto Dignidad”.

Polvareda en Podemos por un artículo de Julio Anguita, Manuel Monereo y Héctor Illueca favorable al nuevo Gobierno populista italiano

Moreneo es un veterano del PCE e Izquierda Unida, hoy diputado de Podemos, muy apreciado por Iglesias. Anguita ha sido uno de los referentes morales de los pablistas. Illueca es un experto en derecho laboral próximo a Podemos. Los tres sostienen que se está exagerando la crítica al Gobierno italiano y niegan que pueda ser calificado de fascista. En su defensa arguyen el denominado Decreto Dignidad, pomposo titulo del primer paquete de medidas del Ejecutivo que tiene como indiscutible hombre fuerte al tribuno Salvini. El Decreto Dignidad incluye, entre otras medidas, la reducción de los contratos temporales, la introducción de penalizaciones a la deslocalización empresarial, y propone la prohibición de la publicidad de las apuestas deportivas y los juegos de azar. “El Decreto Dignidad constituye un punto de inflexión en las políticas sociales aplicadas en Italia desde la irrupción del neoliberalismo”, concluyen. Los firmantes pasan por alto las demás políticas del Gobierno italiano y no efectúan ninguna consideración sobre la fenomenal campaña contra la población extranjera en Italia, que ha derivado este verano en un significativo incremento de los insultos y las agresiones físicas a inmigrantes.

El artículo ha levantado una enorme polvareda en Podemos. El veterano Monereo ha conseguido algo que parecía imposible: poner momentáneamente de acuerdo a pablistas, errejonistas y anticapitalistas. Los jóvenes radical-democráticos contra la línea “social-nacional”. El debate está abierto. El magnetismo soberanista es irresistible.

 
 
 
FUENTE: LAVANGUARDIA