La política española necesita consensos. La situación que vivimos es extraordinaria. Seguimos colgados de los presupuestos de Montoro. Un bochorno que nos afea Europa. Así no resultamos creíbles en el exterior. Un país en pausa, detenido, sufriendo la segunda ola de la pandemia. Sin cuentas, solo con cuentos, para afrontar el futuro más complicado de nuestra historia.

Sánchez busca la cuadratura del círculo apelando a su geometría variable para salir del lío. Houdini. Se juega mucho, muchísimo. El rey de la resistencia, el hombre que más aguanta debajo del agua sabe que, con un único presupuesto aprobado, sería capaz de llegar al final de la legislatura. Si lo consigue, no sale de la Moncloa ni loco. Así negocia los presupuestos a tres manos. Es el primer presidente que ha tenido que recurrir a una tercera mano.

Hoy, con el Congreso fraccionado que tenemos, no llega con hablar catalán en la intimidad. Puso a Carmen Calvo a negociar con los que buscan dinero: el PNV, Teruel Existe, Canarias también existe… Cuidado con el PNV, que figura en su currículo saldar a Rajoy cuando lo vio amortizado. Tiene a Pablo Iglesias como chico de los recados para no mancharse él en el abrazo a Gabriel Rufián y a Arnaldo Otegi.

El acuerdo más complicado y extremo. El que más factura, fractura y fartura puede pasar en las urnas. La foto que peor lleva una mayoría de los españoles. Las minorías suelen ser subordinadas, menos en este país. En este país, las minorías de algunos partidos nacionalistas son todopoderosas. Primero Pujol y luego el PNV señalaron el camino del tesoro por el que ahora transitan ERC y Bildu. Para frotarse los ojos. Y él, Sánchez, el one, se encarga en persona de atender a Inés Arrimadas y sus ciudadanos dispuestos a todo para sobrevivir e incluso volver a creer y a crecer.

Aunque el CIS no hay que tragárselo mucho, según el último estudio, solo Ciudadanos mejora sus resultados. ¿Será por esa política conciliadora de Arrimadas, lejos de las dentelladas desesperadas que daba el hiperactivo Rivera? España precisa estabilidad como el oxígeno es vital para la vida. Pero la pregunta es contundente: ¿esa conciliación puede llegar hasta el acantilado de que sean compatibles Inés Arrimadas y Gabriel Rufián? ¿Ven a Arrimadas y a Rufián como pareja de hecho? ¿Es posible que Inés vote lo mismo que Arnaldo Otegi? Si Sánchez consigue ese milagro y que el chico de los recados trague con ese pacto mayúsculo, tenemos presidente para rato.

Con la monarquía tocada por la fuga del emérito, con la gestión de la desbocada pandemia derivada a los ansiosos presidentes autonómicos, con el incienso de la memoria histérica resucitado, Sánchez se ve casi al mando absoluto y absolutista, a punto de proclamar la república desde la puerta del Sol para abrazar lo que Azaña llamó la «destrucción creadora» que terminó como terminó. El sanchismo tiene un poder increíble para sus menguantes victorias. Nadie manda tanto con tan pocas alforjas. Un aseado presidente, vendedor de eslóganes, que ha convertido las campañas políticas en campañas de publicidad.
 
 

FUENTE: LAVOZDEGALICIA