Esta semana ya hemos visto cómo han empezado las Fiestas Patronales, con la consabida instalación de la carpa municipal en pleno centro de la Avenida Constitución. Esta actuación, justificada desde la perspectiva de la fiesta y de la proximidad de la Cresta del Gallo no deja de llamar la atención sobre un edificio que, tristemente, ha quedado para celebrar durante diez días el gAstrogAllo y poco más.

 

Si hacemos un poco de memoria, el edificio se construyó gracias a los dineros del famoso Plan E, esa actuación que se puso en marcha en tiempos de Zapatero para paliar los efectos de la mayor crisis económica del mundo conocida hasta ahora, y de a la que entonces no se le supo ver ni las orejas. Con esto, Mazarrón invirtió la friolera de más de tres millones de euros en un edificio que iba a ser el Titanic del comercio local y que daría cabida al tejido comercial que hasta la fecha había estado en la Plaza de Abastos.

 

De aquella época, que parece ya muy lejos aunque no lo esté tanto, recuerdo grupos políticos entrando al edificio y realizando auditorías técnicas en las que se nos venía a decir a los ciudadanos que «la obra no valía lo que había costado», queriendo evidenciar trazas de corrupción, como otras tantas veces se quiso poner de relieve sobre la mesa.

 

Pero corrupción o no, el caso es que el edificio a fecha de hoy tiene la función… ¿exactamente de qué?. A la vista del tiempo transcurrido y las pobres iniciativas que se han tenido hacia este edificio, con una cortedad de miras que espanta, la Cresta del Gallo eleva su majestuosa ‘fachada gaudiana’ al cielo para recordarnos lo inútiles que resultan en ocasiones las ejecuciones de muchos que llegaron muertos de ganas de ‘hacer cosas por el pueblo’. Y gracias a este enorme derroche de energía, Mazarrón es hoy lo que tenemos. Eso que no se nos olvide.

 

En estos días también hemos podido ver cómo entraba en funcionamiento una nueva zona comercial a la entrada de Puerto de Mazarrón. Un nuevo punto de riqueza que viene a sumarse al conjunto de la oferta del municipio y que supone un nuevo reto para el pequeño comercio local. Hace unos días hablábamos del compromiso de la Administración hacia este colectivo, y creo que no está de más recordarlo. Cada vez se hace más evidente que el comercio local necesita un revulsivo, es decir, un apoyo exterior en el sentido de atractivo al visitante para que pueda tener alguna posibilidad frente al gigante comercial que se ha levantado a la entrada de Puerto de Mazarrón en los últimos años porque, por si alguien no se había dado cuenta, en esta zona no sólo se han concentrado las grandes superficies, sino también toda la actividad comercial que necesitan quienes nos visitan con el añadido, además, de la facilidad de aparcamiento, etc.

 

Frente a esto, el comercio local se encuentra cada vez en mayor desventaja. Creo que no hace falta poner sobre la mesa la problemática de las tiendas de Puerto de Mazarrón, ya sea verano o no, pero anda que si hablamos de las de Mazarrón pueblo ya es para echarse a llorar. No sé cuántos de los que nos visitan en verano cogen el coche y se hacen siete kilómetros para venir a comprar a un centro urbano donde no se puede ni aparcar (quitando el caso de la Plaza del Convento, que ya casi tampoco).

 

Y, como apuntábamos al principio, todos estos problemas vienen, ni más ni menos, gracias al trabajo de algunos descerebrados (que no todos, ojo), que algún día llegaron al consistorio a coger el sillón correspondiente llenos de ganas de ‘trabajar por el pueblo’ y de ‘hacer cosas por el pueblo’ y para los que ‘todo lo que sea bueno p´al pueblo’ valía. De aquellos polvos vinieron estos lodos y ahí tenemos un Mazarrón completamente desvertebrado, donde se mezclan las zonas de ocio con las de habitación, con la industrial y con la comercial. Como si hubiésemos cogido y echado en una caja las casitas del Monopoly y las hubiéramos revuelto a ver qué salía.

 

Y por si esto fuera poco, tendríamos que hablar de la proyección exterior. Cuando vamos a Murcia supongo que, a la vista de los resultados, es como si no llegara nadie. El desdoblamiento de la carretera de Mazarrón al Puerto ya es un hito histórico pero, no se engañen, que este no es el mayor de nuestros imperativos. El caso es que Murcia, la capital, nos ve como la caseta de playa que podemos apreciar en las fotografías antiguas, de rayas y puestas una seguida de la otra frente a la orilla. Y nada más.

 

Supongo que cambiar todo esto debe ser muy difícil, sobre todo después de ver cómo en el pleno municipal sus señorías son capaces de tirarse seis, ocho, diez o doce horas hablando del sexo de los ángeles. Las horas que haga falta, claro que sí, y si además eso redundara verdaderamente en beneficio de todos los mazarroneros ya sería ciencia-ficción.

 

EDITORIAL «LA VOZ DE MAZARRÓN»