La Reina de la Marisma sigue jugando al despiste. Con el proverbial resultado de confundir básicamente a sus heraldos, que un día descartan el adelanto electoral, otro lo sugieren como si conocieran las claves del botón nuclear, más tarde lo confirman y vuelta a empezar desde el principio. ¡Viva el bucle! Los pitonisos de segunda -el concepto es de Ella– están que no dan pie con bola. Sentaditos en la tribuna de las Cinco Llagas, los pies no les llegan al suelo al tener que justificar cada día lo contrario de lo que rubricaron la jornada anterior. La Querida Presidenta debería apiadarse de ellos: no hemos visto en mucho tiempo una forma tan constante de hacer el ridículo.

La sesión parlamentaria de esta semana, ante la que algunos vaticinaban un cierto morbo por ver frente a frente -«queda, qué poco queda»- al Adelantado Marín y a Su Peronísima tras su divorcio simulado, no tuvo mucho interés. Mayormente porque el jefe de Cs en la Marisma, como hemos escrito en alguna ocasión, tiene horchata en lugar de sangre. La Reina ademas fue fiel a su costumbre de convertir la cámara legislativa en un club de pilates: ahora salgo del escaño y cojo esta posición, ahora la contraria, me divierte repartir estopa y voy a meterme con el Argonauta Maíllo, que anda bajo de moral. Viniendo de la alta magistratura del Quirinale, la actitud de la Querida Presidenta tiene un puntito obsceno: ser cruel con los débiles y generoso con los poderosos es justo lo contrario de lo que predicaba ese santo (laico) que fue Diamantino García, cuando dijo: «De la ignorancia del pueblo se aprovechan los gobernantes».

Las posibilidades de que entre el electorado de IU haya quien se crea la milonga de que los susánidas son de izquierdas es remota; pero lo que sí confirma su intención de pescar en este caladero es que Su Peronísima no debe ir tan sobrada de votos como dice. Las encuestas son la consecuencia del efecto Sánchez, que será pasajero pero de momento la sostiene. Sola no haría pie. La Reina censura a la oposición por estar en modo electoral, pero Ella no hace otra cosa. Sólo le falta hacerse una foto con la cabra de la legión. Dicen que ordenó –manu militari– a los flamencos subvencionados de la Bienal de Sevilla que comparecieran en el Quirinale para hacerse un retratito. Ayer, fábrica de los Ybarra.

Las sesiones de control son su gimnasia íntima para atacar (sin descanso) a la oposición, sea de un signo político o del contrario. Si por Ella fuera, clausuraría las Cinco Llagas, igual que los independentistas han hecho con el Parlament. Si no lo hace es porque el teatrillo le resulta terapéutico. «Yo soy presidenta porque me han votado los ciudadanos», dice. Pues no: lo es porque el Adelantado Marín quiso. No tiene mayoría. Si continúa en el cargo es porque Cs ha decidido romper sin romper -cuando se incumple un pacto debería presentarse una moción de censura- y porque tanto los naranjitos como los confluyentes en Adelante prefieren ser cabeza de ratón a formar una mayoría para que en la Marisma tengamos una democracia digna de tal nombre, en lugar del ángelus (rociero) de las doce seguido del melodrama de la tarde.

Ella puede llamar «populistas reaccionarios» a Podemos, burlarse del Argonauta y jugar al divorcio con el Adelantado porque sabe que todos se moverán más por el qué dirán (si se alían) que por lo que podrían lograr juntos. Si en Andalucía no hay regeneración política no es por una maldición bíblica. Es porque los susánidas saben que la oposición es incapaz de anteponer el interés general al particular. Exactamente igual que ellos. Ese es el drama. No se engañen, queridos indígenas: lo que Ella convocará dentro de unas semanas no serán unas elecciones libres. Será un referéndum sobre su regencia.

 

 

FUENTE: ELMUNDO